sábado, marzo 15, 2008

ESPALDA BAJA

Para Celeste

La espalda baja me duele, ahí, donde inicia el abismo que divide mi piel en dos mundos. No encuentro manera de sentirme cómoda en esta precaria silla, y menos, mucho menos, en esta precaria oficina. Pero qué se le va a hacer, me gusta mi trabajo. Aunque, sería mejor para mí, y mis lumbares, que reeditaran la portada del optimismo con nuevas fuentes, nuevos estilos, sin plecas exageradas, y con mejores encuadres, en lugar de tanta pinche foto pastelera.
La mano de uno de tantos editores me extiende, uno de tantos papelitos con garabatos que debo descifrar. Ejerzo dos oficios, diseñadora gráfica, y traductora de signos, y ambos, ¡coño!, por el mismo sueldo. Abro la hoja en que deberé trabajar de manera rutinaria; no hay nada de emocionante, créanme, diseñar una página policíaca con tantas gráficas, notas mediocres, y la abundante fatalidad de la sangre.
Pero algo me llama de inmediato la atención. La fecha de la página tiene un adelanto de once días. ¿Podrán fechar bien las maquetas los de publicidad alguna vez? Carajo. Comento en voz alta el detalle con un dejo de sorna. Nadie responde. La redacción, así de pronto, luce vacía. Se cayó la red, pienso, sucede a menudo. Una algazara de gente irrumpe súbitamente por la puerta, corren hasta mí con maletines de primeros auxilios, y sin decir agua va me cubren con una sábana blanca, a la vez que un reportero que no conozco me aporrea con sus preguntas: ¿se encuentra usted bien, señorita?, ¿nombre completo, edad, ocupación, estado civil, es usted de aquí?, ¿cuál de los dos jettas conducía?, ¿no respetó usted el rojo?, ¿nos podría decir, aproximadamente, la hora de su deceso?, ¿a qué piensa dedicarse luego que su alma transmigre?, ¿cuál es su más sincera opinión acerca de la vida que le tocó vivir?...¿cree usted en Dios?.
Entro en pánico, y grito, y vaya que grito, profundamente consternada. Y cómo no hacerlo, comenta el compañero de a lado, ¡ála, esos ineptos nunca podrán hacer bien su trabajo!, ¡la culpa la tiene, también, nuestro inepto jefe! Pero tampoco es para tanto, ¿quieres algo de la tiendita?, me dice. Sí, un nuevo empleo, por favor, respondo suplicante.
La espalda baja me duele, y no me gusta que el dolor me haga ver por ventanas que no quiero.