jueves, marzo 13, 2008

LA MAR DE POSIBILIDADES

Me sorprendió, así de pronto, justo donde la calle termina. Su amplia y extensa presencia es, dicen, desde tiempos inmemoriales, la misma. Pero por una extraña razón, los nativos de la costa éramos incapaces de verla. Siempre sospeché del mal de las palmeras, y los mosquitos; de la propaganda gubernamental que deambula, hambrienta la muy perra, todas las noches por el puerto, y de los cafres sin licencia, asesinos de poemas sueltos al azar. No entiendo porqué la vi; dejé la virginidad tiempo atrás, y en mi rostro se dibuja el mapa de los desastres navieros; será cosa de la edad. Pero como sea, ahí estaba, acechante con sus millones de ojos rutilantes de sol, y sal.
Qué caray, me tomó tan desprevenido, sin haber desayunado siquiera una bendita taza de café; y me dolió tanto como cuando (no me crean, ya ni recuerdo) se nace por vez primera, y se nos pone en las manos un coco con el mar adentro.